miércoles, 3 de mayo de 2017

¿A QUIÉN CULPAMOS SI GANA LE PEN?

Resultaba de un patetismo pueril contemplar la satisfacción (y/o alivio) del establishment europeo ante la irrupción de Macron como antagonista de la diabólica Marine Le Pen. La noche electoral, con los datos de la primera vuelta ya confirmados, se daba por ganada la batalla.
Ahora sólo había que ejecutar el mismo truco de siempre: decirle a los que habían votado izquierda (Mélenchon, Hamon...) que en la segunda vuelta votasen contra sus propios intereses y colocasen a Macron en el Eliseo. Sí, al banquero que pretende reducir las pensiones, acabar con los "privilegios" que suponen ciertas coberturas sociales y que, eso lo tiene claro, bajará los impuestos en cuanto llegue. Primero a los más ricos y luego al resto. Ese difuso programa (que, por cierto, no ha llegado a desvelar del todo -tiene algo de agenda oculta-) ha de ser ingerido sin edulcorante alguno por parados, jóvenes precarios, estudiantes, clase media desbordada por la crisis, ancianos, etc. Es sí o sí.
Enfrente, claro, está el fascismo.
O Macron o Vichy.
Y, sin embargo, las cosas no van tan bien como esperaba el sistema. Esta vez son muchos los que se niegan a seguir el guión y puede que opten por la abstención y sigan la consigna ácrata que luce escrita a spray en las calles de París: Ni patrie ni patron Ni Le Pen ni Macron.
Si Marine Le Pen se convierte en presidenta de Francia, el sistema señalará con el dedo a Mélenchon, última esperanza de la izquierda gala.
Pero el problema no es Mélenchon.
El problema son las muchas décadas de ir encajando golpes por parte de una socialdemocracia y una derecha que han ido de la mano y que han perdido su credibilidad ante la opinión pública.
Nadie creyó a Hillary Clinton cuando decía que defendería los intereses de los trabajadores, rodeada de estrellas de Hollywood, y nadie creyó a Hamon porque Hollande no defendió a las clases populares y, evidentemente, los desheredados (esos perdedores de la globalización de los que con tanto desprecio hablan ciertas élites intelectuales) no van a creer a Macron.
Votar a la contra, se exige.
Un voto republicano contra el fascismo.
Pero el Frente Nacional, asúmalo la progresía boho-chic, ha logrado que su mensaje cale porque, durante años, ha hecho las preguntas correctas aunque diera (y sigue dando) las respuestas equivocadas.
Y ahora recoge frutos.
Mientras tanto, la izquierda socialdemócrata se entretenía en batallas culturales y aplicaba (suavizados) los mismos recortes que la derecha.
Y ahora se exige a aquellos que sufren la nueva desigualdad que voten para que Macron les aplique una dosis mayor de ricino.
Veremos.
Si Marine Le Pen sale victoriosa, no será por culpa de Mélenchon. Significará el fracaso de un sistema empeñado, por una u otra vía, en negarse a una enmienda absolutamente necesaria.

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